La inversión pública regional se detiene
Así, es imposible para el país contrarrestar los vientos que vienen de la economía global.
El promedio de la ejecución de proyectos de inversión de los nuevos Gobiernos Regionales ha sido de 16.2% en el primer trimestre de 2019.
En general son regiones de Selva y Sierra de la Amazonía –Ucayali (49%), Loreto (28%), Puno (21%), San Martin (19%), Huánuco (18%) y Madre de Dios (18%)- las que menos mal les ha ido. Aunque todas se hallan por encima del promedio de 16.2%, salvo el caso excepcional de Ucayali (49%), apenas puede decirse que han alcanzado cuando mucho los resultados menos deplorables.
Un segundo grupo de gobiernos regionales por encima del promedio es uno de la vertiente occidental de la Sierra y la Costa -que encabezan Lambayeque (26%), Tacna (20%), Arequipa (19%) y Ancash (17%).
Los que siguen a continuación se hallan todos debajo del promedio, de 16.2%.
Aquí se hallan gobiernos regionales de la vertiente amazónica de la Sierra –Cusco (16%), Apurímac (15%), Pasco (16%), Junín (14%) y, en el norte, Amazonas (10%) y Cajamarca (9%)-, con un resultado muy mediocre.
Al final de la cola, sin embargo, se encuentran sorprendentemente gobiernos regionales de la Costa y la vertiente occidental de la Sierra – Tumbes (13%), Piura (13%), La Libertad (11%), Ica (13%), Ayacucho (9%), Huancavelica (6%), Moquegua (9%), Lima (10%) y el Callao (5%).
Desde luego, la pregunta es qué factores explican este pobre comportamiento, en particular en las regiones que se supone entre las más modernas del país.
Estacionalidad
Si se compara el primer trimestre de 2019 con el último de 2018 ocurre una caída de 5.3% en el PBI, tal como ha comprobado la revista The Economist.
Esta comparación puede ser engañosa, sin embargo. Hay una estacionalidad. Cada verano los huaicos interrumpen las carreteras y detienen la obra pública. Esto es recurrente y conocido en el Perú. Por ese motivo, la comparación válida es con el verano anterior –en este caso, el primer trimestre de 2018- y no con el último trimestre de 2018, inmediatamente anterior.
Esta es la comparación que hacen tradicionalmente el Banco Central de Reserva (BCR), el Ministerio de Economía (MEF) y también los bancos privados que elaboran proyecciones del crecimiento del PBI.
De otra parte, hay también una “estacionalidad política”. Los gobiernos regionales y locales actuales se hicieron cargo en enero pasado. Los salientes aceleraron el gasto antes de irse y los nuevos se encuentran con todo por hacer. Eso explica el contraste notable entre el crecimiento del último trimestre del 2018, superior al normal, y el primero del 2019, muy inferior, que el dato de The Economist recoge.
Política contracíclica
Estos dos factores aunque en cierto modo explican la pobrísima ejecución presupuestal regional y local, no la justifican.
Si el promedio de ejecución es de 16.2%,significa que la falla en los gobiernos regionales es general y masiva. Visto a la inversa, hay un 83.8% de ineficiencia en los gobiernos de las regiones en la gestión de proyectos de inversión. Es inaceptable.
Hace ya décadas que no enfrentamos el problema y no existan políticas para la ejecución presupuestal desarrolladas desde el gobierno central que permitan un manejo contracíclico de estas “estacionalidades” para contrarrestarlas. Es una grave responsabilidad del Estado, que fracasa monumentalmente cada año ante este reto. Peor aun cuando hay, periódicamente, cambio de autoridades regionales y locales sujetas al vaivén de la política y al consabido desorden en las prioridades de inversión pública.
Superar esta incapacidad de gestión de inversión pública en los gobiernos regionales y locales supone decisiones fundamentales de política pública. Lo primero es una simplificación radical de los procesos para estandarizarlos. De esta manera se podría especializar profesionales, especialistas que podrían rotar luego enseñando en gobiernos regionales y locales, cada una es una realidad parcialmente distinta pero dentro de un mismo patrón, para hacer frente tanto a la estacionalidad como a la contingencia periódica del cambio de autoridades.
Es la manera de ayudar construir desde abajo una política contracíclica para la economía nacional en conjunto, que permita compensar en parte –solo parcialmente- con ejecución eficiente de inversión pública las caídas recurrentes del PBI que vienen del exterior a causa del derrumbe cíclico de nuestro precios de exportación. Pero la inversión pública no basta. La inversión privada es la que tiene que ser relanzada en el Perú.
Estacionalidad “económica”
Esta es una tercera estacionalidad, una “económica”, que es necesario vencer. En este sentido, la inversión pública tiene un papel limitado por definición. No es una solución permanente.
El año 2018, el crecimiento del PBI fue de 3.9%. En este momento, el MEF aún mantiene una proyección de crecimiento del PBI de 4.2 % para el año 2019, el BCR una de 4.0%, y dos bancos privados 3.9% y 3.7%, respectivamente. El último en aparecer habla ya de 3.1%. Incluso los bancos privados parecen estar siendo poco realistas.
El gobierno no tiene cómo responder a esto con inversión pública contracíclica. Tiene las manos atadas. Se encuentra al límite del déficit fiscal tolerable.
El impacto de los factores externos,que han derrumbado el precio del cobre no va a ser compensado tampoco por el alza del precio del oro, el refugio del capital global cuando el pánico se apodera de la escena, como hoy ocurre en el mundo.
La solución es, en cambio, construir una nueva capacidad de respuesta contracíclica mediante una economía complementaria de la minería. Una de base forestal y agrícola que, multiplicando la “siembra de agua” y de bosque en la alturas de la Cordillera, permita poner una reserva de diez mil millones de metros cúbicos de agua dentro de los Andes en cinco años y redibujar así la geografía económica del Perú de manera que podamos dejar de depender exclusivamente de la minería.
Meses atrás, con la ayuda del modelo económico Predice desarrollado por el ex ministro de Economía Jorge Baca Campodónico, EXPRESO presentó al Perú una propuesta orgánica en este sentido, que permitiría duplicar el tamaño del PBI para el año 2030. En este momento crucial, es hora de plantearla nuevamente.
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