Educación y desarrollo estancados: Hay marcada desigualdad y crisis en infraestructura escolar peruana
El gasto educativo se concentró en colegios emblemáticos, dejando a miles de escuelas públicas al borde del colapso.
No hay desarrollo sin educación de calidad. La evidencia es clara en Occidente y en Oriente, especialmente en China, que en tres décadas sacó a 800 millones de personas de la pobreza e incorporó la inteligencia artificial en la primaria desde 2017. En contraste, el Perú declaró en 2003 en emergencia su sistema educativo, con miles de escuelas sin servicios básicos ni seguridad estructural.
Aunque se construyeron más aulas en espacios pequeños, muchas decisiones respondieron a intereses electorales y no a una planificación sostenida. Según el Ministerio de Educación, para 2025 más del 60% de escuelas públicas requieren rehabilitación, solo el 35% tiene servicios básicos y más de 1500 podrían colapsar ante un sismo de 6.5°, un riesgo agravado por el silencio sísmico de Lima y Callao desde 1746 y por décadas de inversión insuficiente.
Presupuesto creciente sin planificación
En este contexto, cabe recordar que en el Acuerdo Nacional del año 2002, el Perú asumió el compromiso de destinar el 6% del PBI a educación, a través del incremento del 0.5% anual. Sin embargo, durante los primeros veinte años, el gasto en educación se estancó entre 3% y 4% del PBI. Solo en los últimos tres años el presupuesto ha pasado de 4% a 5% del PBI, y aunque esta tendencia es positiva, todavía está por debajo de la meta y, sobre todo, no se ha traducido en mejoras en las escuelas más vulnerables.
Una de las principales razones es la concentración del gasto en pocos colegios de alto costo: primero los Emblemáticos, luego los COAR y más recientemente los Bicentenario.
Estas obras, de miles de millones de soles, se ubican casi solo en zonas urbanas y absorben gran parte del presupuesto. Mientras tanto, miles de colegios (incluso en emergencia) siguen operando en condiciones que ponen en riesgo la vida de los estudiantes. En 2023, el entonces ministro Óscar Becerra advirtió que muchos colapsarían ante un sismo moderado; con tal diagnóstico debieron declararse inhabitables. Han pasado dos ministros y nada se ha hecho.
Brechas que se amplían y riesgo de colapso
Por otro lado, los grandes colegios reconstruidos, con miles de millones, terminan concentrando estudiantes de múltiples distritos, generando problemas adicionales de tránsito y exposición a la violencia ciudadana en el traslado, cuando la escuela pública debería atender prioritariamente a los estudiantes de su propia zona o distrito, como lo es en todo el mundo.
Así, la inversión que debería cerrar brechas termina ampliándolas al reforzar la desigualdad: unas pocas escuelas con estándares significativos versus locales deteriorados, sin laboratorios ni tecnología, incluso muchos sin agua ni electricidad, tanto en zonas urbanas como rurales.
Ministerio de Infraestructura para educación
Actualmente, la infraestructura educativa depende de la voluntad política de los gobiernos de turno y de las capacidades desiguales de gobiernos regionales, que enfrentan serias dificultades técnicas para formular y ejecutar proyectos de inversión pública. Incluso con presupuesto asignado, muchas obras quedan inconclusas, mal ejecutadas o paralizadas por corrupción.
Resolver esta crisis requiere replantear el modelo institucional. Una propuesta concreta y urgente es la creación de un Ministerio de Infraestructura, encargado de planificar, diseñar y ejecutar las obras públicas estratégicas del país, priorizando escuelas y hospitales, con criterios técnicos, cronogramas vinculantes y estándares nacionales de calidad, seguridad y presupuesto. Hay que incorpora el certificado ITSE de Defensa Civil a los colegios públicos.
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Para enfrentar el déficit de aulas seguras, los colegios en riesgo de colapso deberían cerrarse temporalmente y sus estudiantes reubicarse en escuelas cercanas, aplicando un sistema híbrido de clases presenciales y virtuales. Así se reduciría la densidad en las aulas y se garantizaría la continuidad del aprendizaje sin exponer a los alumnos a riesgos.
Para ello, estos centros de acogida deben contar con conectividad y aulas digitales adecuadas.
La crisis de la infraestructura educativa peruana no es fortuita, sino resultado de décadas de improvisación, centralismo y desinterés por la educación básica. Mientras se discute cómo aumentar el presupuesto, urge reorientarlo para que cada sol invertido transforme la realidad escolar. No basta construir aulas nuevas: necesitamos escuelas seguras, inclusivas y resilientes, planificadas con visión nacional y sostenidas en el tiempo.
Si realmente queremos un país productivo, competitivo y justo, debemos comenzar por construir, literalmente, los cimientos donde se forma el futuro. Resolver la infraestructura escolar no es solo cuestión de cemento: es una política de Estado que puede marcar la diferencia entre repetir el pasado o construir el desarrollo que el Perú merece.
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