Alex Gleiser, director de Sociedad Nacional de Industrias: Un Estado inestable debilita las inversiones y el civismo
La corrupción, la inseguridad y la inestabilidad son síntomas de un Estado débil que frena la inversión y la formalidad. En ese sentido, se propone una alianza cívico-empresarial para reformar el sistema de justicia y profesionalizar la gestión pública.
En un contexto de creciente inseguridad ciudadana, actos de corrupción y también fragmentación institucional, Alex Gleiser, director de la Sociedad Nacional de Industrias y además director del Gremio Retail de la Cámara de Comercio de Lima, conversa con EXPRESO y expone su visión sobre los retos que enfrenta hoy el Estado y la agenda que el sector privado y la ciudadanía deben impulsar para alcanzar un verdadero cambio sostenible en medio de toda la presente inestabilidad política.
¿Qué papel ha jugado el sector privado a lo largo de los momentos críticos del país?
Cada vez que el Perú ha enfrentado una crisis profunda, la salida vino de una alianza entre la sociedad civil, el empresariado y algunos liderazgos políticos que supieron mirar más allá del corto plazo. Ocurrió tras la hiperinflación de los años ochenta, cuando la tecnocracia y el sector privado articularon una estrategia común que devolvió estabilidad. Esa experiencia demuestra que las reformas solo prosperan cuando lo público y lo privado dejan de verse como adversarios y empiezan a construir una agenda compartida.
¿Cómo se explica que la inestabilidad institucional se haya vuelto casi una costumbre?
En el Perú, cada gobierno llega con la idea de empezar desde cero. No hay continuidad ni respeto por las políticas de Estado. Las prioridades cambian al ritmo de las encuestas y los ministerios se llenan de funcionarios sin experiencia técnica. Esta rotación permanente destruye la memoria institucional y frena cualquier intento de reforma. La inestabilidad no solo está en la política, sino también en la administración pública, que se renueva cada cinco años sin rumbo. En los últimos diez años, el Perú ha tenido siete presidentes, mientras que ministerios clave como Economía y Finanzas han registrado ministros con una duración promedio de apenas seis meses. Esta inestabilidad institucional explica por qué no se consolidan proyectos de largo plazo.
¿Qué consecuencias tiene esa inestabilidad para la inversión y el empleo formal?
La primera consecuencia es la desconfianza. Ningún empresario invierte cuando no sabe si las reglas cambiarán al día siguiente. La segunda es la pérdida de talento público: los mejores profesionales evitan trabajar en el Estado porque saben que sus proyectos no sobrevivirán a un cambio de ministro. Y la tercera es la expansión de la informalidad, porque la gente deja de creer que el esfuerzo formal vale la pena. Un Estado inestable no solo ahuyenta inversiones, también erosiona la cultura cívica.
En 2024, el 71,9 % de la población ocupada trabajaba en condiciones informales, cifra que alcanza el 94,5 % en zonas rurales. Esto limita la productividad y explica gran parte de la brecha fiscal y social que enfrenta el país.
Ahora que tenemos nuevo gobierno, ¿cómo reducir esos costos sin generar más burocracia?
La clave está en profesionalizar la gestión de la seguridad sin crear más estructuras. No necesitamos nuevas oficinas, sino instituciones que funcionen. Se debe invertir en inteligencia policial, interoperabilidad de bases de datos y control de fronteras, no en operativos mediáticos. Además, es urgente simplificar los procesos de denuncia y fortalecer la coordinación entre municipalidades, policía y fiscalía para que los delitos económicos y la extorsión no queden impunes. Un modelo eficaz podría ser el de “ventanillas únicas de seguridad empresarial”, donde el Estado y los gremios privados compartan alertas y coordinen acciones en tiempo real. Reducir los costos del delito pasa por usar tecnología, información y meritocracia, no por multiplicar la burocracia.
En medio de tanta incertidumbre, ¿qué tipo de liderazgo necesita el Perú?
Liderazgos que comprendan que gobernar no es administrar coyunturas, sino construir instituciones. Necesitamos menos discursos emocionales y más capacidad técnica; menos polarización y más acuerdos sobre lo esencial: seguridad, justicia, educación e inversión. El país no se arreglará con héroes individuales, sino con una generación de líderes —públicos y privados— que decidan dejar de sobrevivir en el corto plazo y empiecen a pensar en el país de los próximos veinte años.
¿Qué tipo de agenda se necesita para recuperar la confianza?
Se necesita construir una agenda ciudadana-empresarial basada en consensos mínimos, pero con metas claras. Esa hoja de ruta debería incluir una reforma profunda del sistema de justicia, que garantice independencia y transparencia; una simplificación institucional que reduzca la maraña de entidades y digitalice los procesos; un control social activo, donde gremios y ciudadanos fiscalicen el uso del presupuesto y los resultados públicos; y, sobre todo, estabilidad en las políticas de Estado para sectores esenciales como educación, salud e infraestructura, con una visión de largo plazo que trascienda los ciclos políticos.
Inseguridad
Gleiser precisó que si el Estado no garantiza seguridad, el mercado tampoco puede funcionar plenamente. La seguridad ciudadana, en ese sentido, debería considerarse una política económica prioritaria.
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