Aprendí a valorar más a mamá después de leer El libro de mi madre de Albert Cohen. Tendría entonces diez años y entendí que ella también podía irse alguna vez. Entonces aprendí a crecer junto a ella y a mirar con más atención la vida, de la misma forma que Cohen comenzó a mirarla antes de que llegara la muerte. Su madre había enfermado del corazón y murió en Marsella en 1943.
Luis Miguel Cangalaya
Santiago de Chuco es el lugar que vio nacer un 16 de marzo de 1892 a quien sería el poeta más importante del Perú: César Vallejo. Es, sin duda, un lugar entrañable al norte del Perú, declarado hace ya bastantes años como “Capital de la poesía”. Su arquitectura todavía permite respirar ese aire rural que pocos espacios mantienen.
Marina Núñez del Prado (La Paz, 1908 – Lima, 1995) es una aclamada escultora que debemos conocer. En sus inicios, en 1927 ingresó a la Academia de Bellas Artes donde tuvo importantes guías como Guillermo Viscarra Fabre y Alejandro Guardia.
Stephen King, en 1982, publicó una colección de novelas bajo el título de Las cuatro estaciones. Tres de ellas fueron llevadas al cine, pero solo una ha sido considerada como una de las mejores películas de todos los tiempos: Rita Hayworth y la redención de Shawshank (Sueños de fuga).
A Oswaldo Reynoso lo veía caminar por los pasillos de la universidad como quien mira a un héroe. Y es que eso había sido Reynoso para nosotros, para ese grupo de adolescentes recién salidos del colegio que aspiraban a ser escritores al estudiar Literatura en una universidad pública. Hablábamos de él como si lo conociéramos de años, incluso desde antes de haberlo leído.
La expresión “ponerse la camiseta” se ha convertido en una forma sutil de mantener el dominio de los sectores menos favorecidos en favor de quienes han aprendido a vivir sin tener que ponérsela. Y es que, en realidad, la identificación, el reconocimiento o la filiación emotiva con un centro de trabajo debería reformular sus reglas de juego. Y eso no es tan fácil.
En una entrevista que César Hildebrandt le hace a Alfredo Bryce Echenique (Caretas, 1972), el escritor de Un mundo para Julius cuenta una anécdota que le sucedió cuando se encontraba en París: “Tenía una amiga en París, a la cual quería mucho, que pertenecía a la gran oligarquía francesa. Era una alumna mía, y me traía en su automóvil desde la universidad.
No nos hemos olvidado que la cultura es el bien más preciado que tenemos para mejorar como sociedad. Lamentablemente, los espacios que el gobierno le ha dado a lo largo de incontables años han sido escasos o hasta nulos.
Los poemas inéditos permiten volver a la vida a sus autores. Nos permiten ver la otra parte del autor alejado de la crítica, incluso, a veces, mucho más humano. Otras veces, permiten interpretar filiaciones ideológicas o políticas que permiten entender toda la cosmovisión del autor con su contexto.
La edad es una ilusión que nos hicieron creer para ser dependientes del tiempo. Los niños nos miran como viejos. Alguna vez nosotros también tuvimos esa mirada, hasta que nos damos cuenta que el tiempo no se detiene, que ya no somos jóvenes, que hemos sido alcanzados por él para ajustarnos a su medida. Benedetti lo retrata muy bien en un poema titulado “Cuando éramos niños”.
Existe un Arguedas que entre 1962 y 1968 escribió poemas que Sybila Arredondo, su esposa, publicaría de manera póstuma. De todos ellos, “Katatay” debe ser uno de los poemas más significativos.
En los años 90, los del turno mañana salíamos del colegio a la una en punto. Los colegios estatales no tenían extensiones de clases ni eso que hoy le llaman asesoría preuniversitaria: teníamos otra forma de prepararnos. Salíamos a empujones, y si no era viernes -día obligado para el deporte-, acelerábamos el paso hacia el puesto de periódico más cercano para leer historietas.
Todavía la recuerdo. Debe haber sido en la adolescencia, en esos años en que uno construye historias que a veces terminan desmoronándose. La recuerdo bien. Fue una, pero intensa y permanente, una palabra que encontré entre las últimas líneas de un párrafo y pensé que no había otra que significara lo mismo: obnubilar. Entonces coleccionaba palabras y esa me gustó más.
En el mundo andino la muerte es una forma de vida. La muerte es una parte de ella, es una especie de renacer, en otro tiempo, en otro espacio. No es una tragedia; apenas es el término de una etapa, pero nunca es el final, es la prolongación, es la continuidad. Cuánto nos tranquilizaría saber esto, entenderlo.
“Mi primer amor tenía doce años y las uñas negras. Mi alma rusa de entonces, en aquel pueblecito de once mil almas y cura publicista, amparó la soledad de la muchacha más fea con un amor grave, social, sombrío, que era como una penumbra de sesión de congreso internacional obrero”.
Cuando era pequeño, las palabras no eran mis amigas. Peleaba con ellas, me hacían sufrir y casi con frecuencia hasta se burlaban de mí por no poder pronunciarlas. Las odié a todas: consonantes, vocales y a ambas juntas con mayor razón en ese inicio escolar.
En septiembre del año pasado, Kuwait nos dio un ejemplo de lucha contra la censura. Diversos activistas y escritores organizaron la protesta contra la prohibición de libros y autores que eran considerados nocivos para la sociedad. Así, García Márquez, George Orwell, Víctor Hugo, Dostoyevsky, entre otros, fueron censurados.
El pasado diciembre de 2018, la RAE llamó la atención una vez más al mostrar 2451 modificaciones que se realizó a su diccionario en línea. De todas estas, acorde a los usos de la tecnología actual, las más comentadas fueron “selfi”, “meme” y “viralizar”.