Alejandro Toledo, el fraudulento y corrupto Toledo, tiene muchísimas más deudas que pagarle al Perú que el soborno por US$35 millones que exigió a Odebrecht para darle el pase a la inservible Carretera Interoceánica que nos costó US$7,000 millones y solo circulan sobre ella 30 vehículos por semana.
Luis García Miró Elguera
Venimos soportando tres años y medio las ineptitudes de este gobierno que empezó con la esperanza ciudadana puesta en un candidato -teóricamente ideal- que proponía retomar la senda de progreso, bienestar y esperanza que vivimos durante el período 1993-2011, una de las etapas más prósperas de nuestra vida republicana.
El rol de este gobierno inservible junto a una prensa corrupta, una Fiscalía adosada, un Tribunal Constitucional sumiso y una Justicia dividida -compañeros de viaje en este tráfago de intereses enfocado a centrar la atención del público en coyunturas inútiles para distraer la atención del Soberano y manejar esta nación como si fuese su chacra- tiene como exclusiva finalidad encontrar una fórmul
Incompetencia, idiotez, complicidad. Llámenle como le llamen al asalto que perpetra a toda hora Petroperú, este atentado no solo debería preocupar a los gobernantes –que, al fin y al cabo, su obligación es velar por la ciudadanía- sino que de la misma manera debería indignar a la sociedad, por ser la directamente esquilmada por la petrolera del Estado en complicidad con la española Repsol.
Estamos a escasos días de una elección prepotentemente impuesta por el mandatario Vizcarra a 31 millones de peruanos para justificar sus errores. Porque, amable lector, Vizcarra maniobró con los fujimoristas a lo largo de los últimos tres meses de gobierno de Kuczynski clamando para que el Congreso lo ungiese mandatario.
Tras el escándalo del partido moradito -donde un ex general del Ejército resultó siendo un violento agresor de su esposa y el jefe de dicha agrupación política un sacavueltero cobarde- pues sencillamente ha Implosionado cualquier expectativa del vizcarrismo para contar con alguna mayoría parlamentaria en estas elecciones Frankenstein.
El mundillo progre-marxista le tiene puesta la puntería a la JNJ. Pero tiene un escollo. Su gente es incapaz. Sin embargo, apela al recurso de desacreditar a quienes no son progre. Como ocurrió con Marco Tulio Falconí, a quien lograron sacarlo del puesto que había ganado en la JNJ vía selección.
El peruano permanece absolutamente narcotizado por el discurso buenista, hipócrita y falsario de esta progresía marxista que se ha apropiado de la nación a base del chantaje y la engañifa.
Carlos Morán, el ministro del Interior, es un destacado General de la Policía Nacional. Integró el Grupo Especial de Inteligencia que apresó a Nelly Evans y Abimael Guzmán; laureado por sus investigaciones ligadas al Lavado de Activos, y fue Jefe de Dinandro. Una trayectoria impecable fruto de su sólida ética profesional.
La clásica escopeta de dos cañones. El Ejecutivo dice y se desdice; ataca y elogia de acuerdo al humor político del día. Ayer el mandatario Vizcarra dijo esto: “Para nosotros (la decisión del sesgado TC) es voltear una página importante; terminar con un ciclo.
Confirmado. Los progre-marxistas manejan el país. El Poder Ejecutivo se encuentra en sus manos -incluyendo las líneas editorial y periodística de los llamados grandes medios compradas vía el avisaje estatal- así como administran una Fiscalía convertida en vulgar Gestapo.
El secuestro del Perú por una cúpula marxista jamás elegida por sus ciudadanos, ¿es o no un golpe de Estado?
Las incongruencias son abrumadoras y las falsedades estratosféricas. Apelando a los autoritarios decretos de urgencia, Vizcarra formula y reformula; aumenta y disminuye; insiste y desiste; exhibe y esconde las cuentas del Presupuesto General, según la coyuntura política del día.
Este gobernante -como hacen los golpistas- cree que en esta vida todo se soluciona de manera facilista. Es la simpleza que impone la prepotencia como vía de escape a su ineptitud. Nada más nefasto que esta fuga hacia adelante de quien se ha apropiado del poder inconstitucionalmente, sin saber qué hacer para disimular su desmanejo de la cosa pública.
A pasos agigantados, el adanismo del mandatario golpista sigue derivándonos al caos general. Vizcarra ya no solo se considera emperador del Perú y/o inventor de la pólvora, sino el creador del universo. Con mentalidad ingenieril, presume de ser tan creativo que ha decidido reinventar nuestro país.
La tomadura de pelo que, alrededor del escándalo Odebretch, viene haciéndonos este régimen golpista en complicidad con dos fiscalillos, un procurador y algún magistrado, ha tocado límites de desvergüenza que reconfirman sospechas sobre un contubernio estratégicamente planificado.
Tras su implosión -graficada en el derribo del Muro de Berlín- el comunismo diagramó su estrategia para recobrar poder a base de monopolizar determinados conceptos que simpatizaban con las nuevas generaciones nacidas durante los años ochenta del siglo pasado.
La Justicia estadounidense debe estar cavilando profundamente, antes de decidir si es que acepta o no el pedido de extradición planteado por el Estado peruano contra el ex mandatario Alejandro Toledo.