Carpe diem, quam mininum crédula postero, escribió el poeta latino Horacio. Es decir, vive el hoy, desconfía del mañana.
Jorge Alania Vera
Fue tan humano… demasiado humano, que siempre vivió de la ilusión (liberando al hombre de todas sus ilusiones) y al mismo tiempo “como si el día hubiera llegado”. No pudo con la fatalidad de sus tardes y sus noches y para compensarlo se declaró enemigo de Dios. Era en el fondo un pastor como lo fueron varios de sus antepasados.
Un día de enero de 1991, hace exactamente treinta años, Jeremy Delle se disparó en la boca frente a sus compañeros en plena clase en el Richardson High School, en Texas. Antes, había dejado una carta a uno de sus amigos justificando su drástica decisión aunque esta nunca se hizo pública.
Debo a la Universidad Ricardo Palma- a su rector, Iván Rodríguez Chávez y a su director, Manuel Pantigoso Pecero- la generosa publicación en la revista del Rectorado, Tradición, de periodicidad anual, de un artículo sobre la experiencia periodística de esta columna.
Una ilusión, cualquiera, puede mitigar el temor de la víspera. Va a empezar el 2021. Debo creer más allá de las evidencias y de las certezas (que son tan pocas) que el próximo año será mejor que este de la peste y de las angustias que está por terminar. Debo esperar contra toda la esperanza.
Esta columna pretende, en la víspera de la nochebuena, recordar en su terrible anonimato, a las decenas de miles de víctimas que el coronavirus ha dejado en el Perú, así como a sus familiares más queridos que mañana tendrán a alguien ausente en la cena pascual.
La magia del amor –dice Disraelí- reside en nuestra ignorancia de que puede tener fin. No lo tiene, en verdad. Puede desaparecer el sujeto amado, puede morir o, simplemente, cerrar la puerta que nos permitió ingresar pero sus raíces no pueden ser arrancadas porque están enredadas con la vida, como la semilla que encuentra la tierra que le pertenece desde siempre.
El extraordinario éxito que ha tenido la serie de Netflix, Gambito de Dama, es asombroso e inexplicable.
Jean Cocteau, el gran iconoclasta que dijo que la poesía no era un juego de la inteligencia, sino una actividad sagrada cuya riqueza residía en el tesoro escondido que dormita en el fondo de uno mismo, también dijo: la juventud no sabe con certeza lo que quiere pero sí lo que no quiere.
En la dedicatoria de El Principito, uno de los libros más leídos del mundo, el autor escribe: todos hemos sido niños alguna vez, sólo que pocos lo recuerdan. En la agitación más enconada de estos días y con el más profundo respeto por la opinión consecuente de cada quien, yo lo recuerdo y escribo: todos seremos viejos alguna vez, sólo que pocos lo avizoran.
Tengo para mí (una bella expresión que ya no se usa lamentablemente) que las despedidas constituyen el núcleo de la existencia humana. Y es lo lógico ya que la característica principal de nuestro estar y ver en el mundo, es la caducidad: todo pasa, todo es efímero… vivir es despedirse.
La adaptación de la novela de Walter Tevis que Netflix ha hecho, narra la vida de Beth Harmon, una niña que acaba en un orfanato tras el suicidio de su madre. En esa parodia de hogar descubre sus dos pasiones. Una de ellas, el ajedrez. La otra, los tranquilizantes. La serie está teniendo un éxito notable que, seguramente, no presagiaron sus creadores y promotores.
Sucedió hace 30 años. Tras el atentado todo es confusión y gritos en esa calle concurrida de nuestra ciudad. No hay, felizmente, muertos pero las esquirlas del coche bomba han herido a muchos. El escenario es dantesco: humean los fierros retorcidos y una atmósfera de oscura ceniza se dispersa.
Una reciente investigación ha revelado que en la ayahuasca, una planta alucinógena del oriente peruano, podría estar la cura del Alzheimer y del Parkinson, porque ha demostrado en ratones su capacidad de crear neuronas.
La pandemia ha traído desolación y muerte pero también el recuerdo de una vieja canción con un verso que tiene una raíz semítica. En efecto, el Talmud, el libro oral y sagrado del judaísmo, dice: “Sé flexible como un junco, no tieso como un ciprés”.
No entiendo por qué el gobierno no sincera la cifra de fallecidos por el Covid-19, pese a haberlo anunciado reiteradamente, pese a que sus máximas autoridades han señalado que la cifra no es auténtica.
A veces sentimos que algo va a pasar. La madre y su dolor en el pecho que pregunta por su hijo. Aquel que sueña con alguien y lo llama por teléfono para cerciorarse de que está bien. El que ve pasar una sombra y un perfil y anuncia que alguien se despide. El viento que corre inusual y la sensación de que va a haber un temblor. El perro que aúlla. El grillo que canta.