ÚLTIMA HORA
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Hugo Guerra

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A punto de cumplir el bicentenario de su independencia, el Perú está reducido a la incertidumbre, al capricho de algunos caudillos y eventualmente puede cruzar el umbral de una guerra civil.
La explicación inmediata es que el proceso electoral reciente está viciado por irregularidades y trampas múltiples desplegadas por una organización de izquierda que auspicia a Pedro Castillo.

La lucha por la democracia en el Perú continúa y seguirá hasta un desenlace drástico. Como proceso legal falta que el JNE resuelva la observación de centenares de actas impugnadas; por tanto, y aunque tenemos desconfianza fundamentada en la idoneidad de ese tribunal, hoy todavía no podemos gritar fraude.

Como es obvio, al escribir esta columna todavía no están definidos los resultados de la segunda vuelta. El pendiente recuento último de votos y el resultado de las impugnaciones hoy solo nos permiten concluir en que estas son todavía horas de lucha.

La suerte está echada, cúmplase con el destino: o votamos por la esperanza democrática y reconstruimos el país, o nos inclinamos por el monigote comunista y terminamos agarrándonos a tiros.

A dos semanas de la segunda vuelta electoral el problema no está en quien logre el mayor número de votos, sino en la calidad de la democracia que queremos tener.

En la lucha electoral hemos llegado a un punto de no retorno: ya está establecido cuál es el bien y cuál el mal para el Perú.
Aunque siempre desconfío de las encuestas está claro que ya se ha marcado una tendencia estadística de subida de Keiko Fujimori, mientras la candidatura de Pedro Castillo está haciendo implosión, es decir hundimiento y rotura desde adentro.

A como van las cosas y las encuestas el problema mayor ya no es si la democracia ganará las elecciones, sino si la izquierda marxista respetará los resultados.

Ya estuvo bien de majaderías. Eso de que votar por Keiko es votar por el “mal menor” es una estupidez.

Solo es posible asumir el mal menor cuando existen opciones, es decir una variedad de posibilidades, no cuando solo hay una alternativa.

La posición conciliadora de Hernando de Soto ante el candidato Castillo es una puñalada para la democracia peruana.

Pertenezco a la generación de acero, aquella que sacó el país adelante a punta de trabajo duro, sacrificios sin fin y a punta de pistola para impedir que el genocidio terrorista acabara con la patria.

Esta no es hora de lamentaciones, sino de reflexionar profundamente sobre las estrategias seguidas por los enemigos de la democracia; y hacer una autocrítica profunda.

El Perú nuevamente está en la situación de Estado fallido; y si no hay un giro de timón urgente puede incurrir en la categoría atroz de Estado inviable.

Las elecciones generales de la próxima semana pueden representar una de dos alternativas: o son la gota que rebasa el vaso del desastre nacional; o marcan el punto de inflexión para reconstruir una república que llega a su bicentenario fracturada, disfuncional y con más de un tercio de sus habitantes en estado terminal.

A un mes de las elecciones resulta interesante enfocar un tema clave, la preferencia del electorado por la propuesta del capitalismo popular.

Extrañamente el debate político y periodístico sobre las vacunas chinas está pasando por alto una información clave: que Sinopharm hace una semana y media descalificó la calidad científica del informe que estaba preparando la Cayetano Heredia (UPCH).

El sábado fue un gran día en la lucha por la libertad de expresión. A media mañana soltamos el #ApoyoaBetoOrtiz y en la noche fuimos largamente tendencia nacional.

Twitter es solo una red social pero refleja la opinión de un segmento interesante de la opinión pública peruana, sobre todo de los jóvenes y de quienes tienen interés en el debate político.

El Perú está entrando a una crisis terminal en la cual debemos señalar a los culpables con ira justificada.

La crisis en la que se ha sumido al Perú por voluntad y acción de la izquierda cómplice del lagarto Vizcarra tiene múltiples y aterradoras dimensiones.

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