La sombra de Graña en la posible venta del Grupo El Comercio: ¿pugna por marcar narrativa en elecciones de 2026?
Gestiones ocurren en campo minado.
La posible venta del Grupo El Comercio, adelantada hace un mes por Semana Económica, expuso las tensiones internas del conglomerado periodístico.
Detrás de lo que parece una simple operación empresarial se esconde una pulseada de poder, marcada por maniobras poco transparentes, divisiones familiares y la persistente influencia de José Graña Miró Quesada, empresario condenado por corrupción en el caso Lava Jato.
En febrero de 2023 se convocó una Junta General de Accionistas no presencial para debatir el impacto de contar entre sus socios a un condenado por delitos contra el Estado.
Sin embargo, en lugar de apartar a Graña, sus votos fueron computados gracias a la representación de Diosdado Álvaro Roca Rey Miró Quesada, entonces director del grupo y apoderado del empresario.
De ese modo, Graña conservó poder, transfiriendo acciones a su esposa e hijas en lo que críticos describen como un 'ardid' para no perder presencia. Hoy, su yerno es quien lo representa en el directorio.
Zest y los tentáculos brasileños
El nombre del fondo Zest, vinculado a los inversionistas brasileños Arthur Silva y Alfonso Emmanuel Agra de Victor, apareció como posible comprador.
No obstante, la SMV reportó a Zest en 2023 y su capacidad financiera resulta insuficiente para adquirir un grupo de este tamaño.
Diversas fuentes sostienen que se trataría de una estructura diseñada por Graña y sus allegados para simular una venta, manteniendo así el control del grupo desde las sombras.
No sería nuevo: primero transfirió acciones a su familia, luego colocó a su yerno en el directorio y ahora podría estar operando a través de terceros.
Blindaje pasa factura
Durante el escándalo Lava Jato, El Comercio mantuvo una cobertura discreta sobre su accionista incómodo. Mientras en otros países los medios arrasaban con empresarios vinculados a Odebrecht, en el Perú la línea editorial fue tibia frente a Graña.
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Ese blindaje tuvo consecuencias: la reputación del grupo y de la familia Miró Quesada quedó dañada. Hoy, ese lastre hace cualquier operación de venta mucho menos atractiva.
Resistencia interna
El escenario se complica aún más con la oposición de un bloque de accionistas que controla casi el 49 %. Este sector no solo tiene el derecho de preferencia estatutario, sino que además trabaja con bancos locales y socios tecnológicos —incluyendo una operadora de telefonía y una compañía internacional de inteligencia artificial— para modernizar al grupo.
Un campo minado
Cualquiera que intente adquirir El Comercio deberá enfrentar:
- Un accionista condenado que sigue moviendo piezas.
- Un bloque familiar atrincherado con derecho de preferencia.
- Y un medio cuya independencia editorial está bajo sospecha.
En esas condiciones, comprar el grupo no significa adquirir un conglomerado de medios, sino hacerse de un problema jurídico, reputacional y político. Como resumió una fuente cercana a las negociaciones.
La sombra de José Graña Miró Quesada sigue proyectándose sobre El Comercio, y la batalla entre vender o reinventar el conglomerado refleja una pugna mayor: la narrativa pública en la antesala de las elecciones de 2026.
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