Estrés laboral como amenaza invisible para salud mental en Perú
Instituto Nacional de Salud Mental alerta sobre impacto de ambientes tóxicos, sobrecarga de trabajo e inseguridad laboral.
En un contexto donde la productividad suele primar sobre el bienestar, la salud mental de los trabajadores peruanos enfrenta una amenaza silenciosa y creciente: el estrés laboral. La sobrecarga de trabajo, la falta de claridad en las funciones y los ambientes laborales tóxicos no solo afectan la eficiencia, sino que deterioran de forma alarmante la salud emocional de quienes sostienen las organizaciones. Así lo advirtió el Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado – Hideyo Noguchi (INSM “HD-HN”), que ha encendido las alertas sobre este fenómeno que compromete la calidad de vida de miles de peruanos.
El trabajo: de sustento económico a factor de riesgo emocional
“El entorno laboral ha evolucionado de ser una fuente de ingresos a un factor de riesgo significativo para la salud emocional”, afirmó Arturo Changana, médico psiquiatra del departamento de Emergencia del INSM “HD-HN”. Su diagnóstico no es aislado. Las cifras oficiales y los testimonios recogidos por el instituto evidencian que el trabajo, lejos de ser solo un medio de subsistencia, se ha transformado en una fuente constante de presión y desgaste psicológico.
La situación es preocupante si se considera que, según datos del Ministerio de Salud (Minsa), solo en 2023 se registraron más de 42,000 atenciones por estrés severo. A esto se suma un estudio de 2022 que reveló que el 72% de los trabajadores peruanos se siente exhausto por sus condiciones laborales.
Historias que reflejan una realidad extendida
Mary, una trabajadora administrativa, cuenta su experiencia diaria con frustración. “Había días en los que me sentía muy irritable. Aunque expresaba mis problemas, no se ofrecían soluciones”, relata. Su caso refleja una sensación de impotencia que muchos trabajadores enfrentan ante la falta de recursos y apoyo institucional.
Raúl, trabajador asistencial, comparte una historia similar. La acumulación de pacientes y la presión de responder a sus demandas lo sumieron en un estado de tensión crónica. “Llegaba a tener fuertes dolores de cabeza. Mi único deseo era que terminara la jornada para poder irme a casa”, confiesa. Historias como las de Mary y Raúl no son aisladas, sino representativas de una problemática estructural en el mercado laboral peruano.
Factores de riesgo identificados: señales que no deben ignorarse
El especialista del INSM subrayó cinco factores principales que están contribuyendo al incremento del estrés laboral en el Perú:
Sobrecarga de trabajo: jornadas laborales superiores a las 48 horas semanales incrementan significativamente el riesgo de desarrollar síndrome de burnout o desgaste profesional. El 24% de los trabajadores peruanos vincula directamente su agotamiento con la sobrecarga laboral.
Falta de claridad en funciones: la ambigüedad en los roles, junto con la ausencia de control sobre las decisiones laborales, genera incertidumbre y eleva los niveles de ansiedad.
Inseguridad laboral: la precariedad contractual y la amenaza constante de despido afectan la estabilidad emocional de los trabajadores, quienes viven bajo un temor permanente al desempleo.
Maltrato y conflictos laborales: aproximadamente el 20% de los trabajadores ha experimentado maltrato psicológico, lo que impacta gravemente su bienestar emocional y deteriora el clima organizacional.
Ambientes tóxicos: la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que los entornos laborales negativos propician la aparición de depresión, ansiedad e incluso trastorno de estrés postraumático.
Una llamada de atención urgente
Ante este panorama, el INSM hizo un llamado urgente a transformar las estructuras organizacionales y colocar la salud mental en el centro de las prioridades empresariales y estatales. “La solución va más allá de mejoras salariales”, advirtió Changana. Según el especialista, se requiere una reforma profunda que incluya evaluar y reducir las cargas laborales, capacitar a los líderes en manejo emocional, fomentar el equilibrio entre vida y trabajo, habilitar servicios de apoyo psicológico y crear ambientes libres de violencia.
El psiquiatra enfatizó que no basta con campañas esporádicas o declaraciones simbólicas en fechas conmemorativas. “Debe haber un compromiso sostenido y estructural para proteger la salud mental en el ámbito laboral. Es un tema de derechos humanos y de sostenibilidad”, subrayó.
El costo humano de ignorar el problema
El costo de ignorar el impacto del estrés laboral es doble: afecta tanto a las personas como a las organizaciones. Según diversos estudios internacionales, los empleados con altos niveles de estrés presentan mayor ausentismo, disminución de la productividad, aumento de errores y mayor rotación laboral. Para los trabajadores, las consecuencias se manifiestan en trastornos de ansiedad, depresión, problemas cardiovasculares e insomnio, entre otras dolencias físicas y mentales.
“En un país donde la productividad se prioriza a menudo por encima del bienestar humano, el Día Internacional del Trabajo debe servir como un momento de reflexión sobre las condiciones laborales y la necesidad de reivindicar la salud mental como un derecho esencial”, indicó Changana. La salud emocional, afirmó, no es un lujo ni un beneficio accesorio, sino un componente esencial de la dignidad humana y el desarrollo sostenible.
El rol de las empresas y la sociedad
El informe del INSM subraya que la solución no recae exclusivamente en las instituciones de salud o en los trabajadores afectados. Las empresas y la sociedad en su conjunto deben asumir la responsabilidad de reconocer, proteger y promover la salud mental en el trabajo.
“Necesitamos que las empresas entiendan que invertir en bienestar emocional no es un gasto, sino una inversión en productividad y sostenibilidad”, puntualizó Changana. Las prácticas recomendadas incluyen la implementación de programas de bienestar psicológico, promover espacios de diálogo y retroalimentación, flexibilizar horarios, y establecer políticas claras contra el acoso y la violencia laboral.
Perspectivas a futuro: un camino aún por recorrer
A pesar de los avances normativos y las crecientes campañas de concientización, el Perú aún enfrenta retos significativos para garantizar entornos laborales saludables. La falta de reglamentación específica, los vacíos en la fiscalización y la escasa cultura de prevención continúan limitando los progresos en este ámbito.
La pandemia de COVID-19 dejó al descubierto y profundizó muchas de estas brechas, al imponer nuevas dinámicas laborales como el teletrabajo, que si bien ofrece flexibilidad, también trajo consigo desafíos como la hiperconexión, la difuminación de los límites entre la vida personal y laboral, y el aislamiento social.
“El bienestar emocional de la fuerza laboral sigue siendo una preocupación latente. Es hora de pasar de las palabras a las acciones”, concluyó Changana.
Un llamado a la acción colectiva
El INSM hace un llamado a todos los actores sociales —gobierno, sector privado, sindicatos, medios de comunicación y ciudadanos— para asumir un compromiso activo en la protección de la salud mental en el trabajo. La meta no es solo reducir las cifras de estrés o burnout, sino construir una cultura laboral centrada en la persona, donde la dignidad, el respeto y el cuidado sean valores inquebrantables.
En un mundo cada vez más competitivo y exigente, la salud mental no puede ser vista como una cuestión secundaria. Es, en esencia, una base indispensable para la justicia social, la equidad y el progreso de las naciones.
Mientras miles de trabajadores siguen enfrentando jornadas agotadoras, incertidumbre y ambientes laborales hostiles, la advertencia del Instituto Nacional de Salud Mental resuena como una alarma que no puede ser ignorada. La salud emocional de los peruanos está en juego. Y protegerla es responsabilidad de todos.
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