El Vaticano en su hora decisiva, todo listo para el cónclave: continuidad o pausa, el gran dilema
Los cardenales Grech y Parolín arrancan de favoritos. Zuppi, de Italia; Tagle, de Filipinas, y Aveline, de Francia, podrían ser la alternativa, pero en los cónclaves nunca se sabe.
El proceso de elección del sucesor del papa Francisco que empieza en la tarde del miércoles – las 9 de la mañana en Lima- en la capilla Sixtina, es crucial y decisivo para el Vaticano, la Iglesia Católica y, por cierto, también para el mundo entero.
Dos corrientes se enfrentan, los continuadores, los que quieren seguir profundizando e innovando las reformas de Francisco, con el arzobispo maltés Mario Grech a la cabeza; y los que creen que es vital para la Iglesia pausar ese proceso, estabilizar las cosas, en aras de la unidad cardenalicia y la puridad de la doctrina y del magisterio de la Iglesia, con el diplomático y actual secretario de Estado Piero Parolín en la vanguardia, entre otros prelados importantes.
La oportunidad es única
Ambos grupos, no del todo conocidos y definidos, saben que la oportunidad es única y que deben jugarse el todo por el todo.
Y lo ha hecho el cardenal jesuita Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, al lanzar en una de las reuniones congregacionales de la semana pasada la candidatura de Mario Grech, público abanderado de la continuidad.
En esa orilla, están también el cardenal italiano Mateo Zuppi y el francés Jean Marc Aveline, ambos un poco más moderados que Grech y con grandes posibilidades.
En la otra, emergen Pietro Parolín, actual secretario de Estado; el cardenal Peter Erdó, arzobispo de Budapest y Pier Piazaballa, prelado latino de Jerusalén.
La sinodalidad: el eje de la elección
El sínodo de la sinodalidad –es decir, el sínodo, no sólo de obispos como manda la tradición, sino de laicos, mujeres, grupos sociales del llamado pueblo de Dios- convocado por Francisco en el 2021 y prorrogado por él mismo antes de morir, hasta el 2028, es el asunto crucial del presente y futuro de la Iglesia.
Por eso, los continuadores lo apuestan todo a él porque para ellos no hay iglesia sin gobierno común, sin sacerdocio femenino, sin participación activa y decisoria de las comunidades católicas.
Pero los que abogan por pausar el proceso y evaluarlo en aras de la unidad, también lo apuestan todo porque saben que si no se detiene o pausa ahora ese proceso, ya no se podrá detener y el cisma o su amenaza asomarán, tarde o temprano.
Entre los primeros están con muy buena opción, Luis Antonio Tagle, cardenal de Filipinas; Robert Prevost, que estuvo 20 años en el Perú y que tiene nacionalidad estadounidense; y dos cardenales salesianos y españoles, el arzobispo de Rabat, Cristóbal López Romero y el cardenal Ángel Fernández Artime.
La voz de la experiencia
La experiencia de otros cónclaves señala que la primera votación es decisiva porque allí aparecerán los tres o cuatro nombres, en la capilla Sixtina del Vaticano, entre los que saldrá el nuevo papa.
Ya tenemos casi oficialmente uno, Mario Grech. ¿Cuáles podrían ser los otros? Las jornadas congregacionales del sábado y la de hoy lunes en la que hablarán los prelados que no lo han hecho, serán decisivas para medir las fuerzas.
El problema siempre está y estará en no crear divisiones insalvables y en demostrar unidad frente a los retos que tiene la Iglesia Católica en el convulsionado mundo de hoy.
Será arduo, sin duda, porque entre los prelados que quieren ver a cardenales mujeres y a divorciados recibiendo la comunión en los templos, y entre aquellos que consideran ambas cosas casi como una herejía, deberá tenderse un puente que para muchos parece imposible.
Todo esto en el seno de una iglesia en profunda crisis, golpeada duramente por los muchos casos de abuso infantil y por el secularismo que la está despoblando en el mundo entero.
El divino actor
Hay un actor que, sin embargo es clave, y cuyo nombre no debe ser novedad para los católicos creyentes: El Espíritu Santo, “la conversación en el espíritu” promovida por Francisco, “el dejarse llevar por el Dios, Uno y Trino”. Él hablará y esa torre de Babel o de papel se diluirá –ojalá- para ver con esperanza el horizonte de la Iglesia, mater et magistra en tiempos que ahora parecen tan lejanos.
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